Las Pumas
Mi Ídolo
Ídolos: los botines de Garretón
Barrio Ojo de Agua, reducto copero del rey del noroeste ovalado. Cuna de las “Serpientes” envenenadas de rugby y plagadas de referentes. Allí, bajo el amparo de su padre Manolo, se crió Álvaro Galindo. Desde allí fue enarbolando un patrón de conducta deportiva que lo hizo transitar por diversos niveles del rugby es su diferentes estados puros. Primer su club, Uni, luego la representación provincial enfundado en el manto anaranjado, para posteriormente ser Puma y brillar en el rugby de Racing Metró, donde el aroma de perfumes caros y champagne lo llevó a colgar los botines, no sin antes volver a lugar donde comenzó todo, su club.
Alvaro, el que nació un 26 de Febrero de 1992. El flaco de pelos al viento, que fue uno de los líderes del inolvidable pack de forward’s que le devolvió a Tucumán el honor de volver a reinar luego de 12 años de sequías sin campeonatos argentinos obtenidos. Galindo, el que encuentra aún en su club, el mayor símbolo y el espejo donde seguramente aún se mira: Pablo Garretón. El tercera línea. Para algunos locos, el loco. El diferente. El de las cosas que parecen imposibles, pero el que con su fe, mueve montañas con sus voluntades inmensas. Pablo el creyente, el audaz, el de las palabras justas, sin anestesias, el del respeto y el de los argumentos claros, como banderas de sus luchas con fundamentos.
La confesión
“Mi ídolo en el rugby siendo chico fue Pablo Garretón” – comienza afirmando Álvaro sin dudar un segundo. “De muy chiquito me tocó vivir al costado de la cancha, acompañando a mi papá en la mejor época del rugby tucumano. Yo tenía admiración por todos pero Pablo era de Uni, y estaba en Los Pumas, así que era mi elegido” – agrega del hoy neurocirujano que recorrió 1.310 kilómetros en 32 días para recaudar fondos para edificar un hospital en el viejo Tucumán de los 90.
Pablo, el de la digna y ensangrentada camiseta con el 6 en la espalda. El de la capitanía en el Mundial 91. El hombre de la entrega desmedida. El que se entrenaba en horarios imposibles en días impensados y al borde de llevar el cuerpo a los mayores abismos de las exigencias del sacrificio absoluto.
¿Tienes alguna anécdota con Garretón?
Cuando tenía 13 años mi viejo no conseguía botines para comprarme por que ya calzaba como 43, Pablo me regaló unos Adidas Etrusco, me acuerdo de esos botines como unos de los mas especiales. Me lo había regalado el capitán de Los Pumas y de mi club. No lo podía creer. Era todo un orgullo, una incentivación y al mismo tiempo un honor.
Galindo fue un privilegiado. Mamó la sabiduría de su padre, tuvo a su ídolo en el patio de su segunda casa y seguramente paró las orejas en rondas de arengas inolvidables cuando su progenitor le metía leña al fuego a la máquina naranja con Alejandro Petra y “Cacho” Castillo. “Después nos tocó jugar juntos, cuando yo iniciaba en primera de Universitario y el volvía de USA donde se fue a especializar. No pudimos jugar la final del Torneo del Interior porque entrando en calor pisó un pozo y se esguinzó feo el tobillo y no pudo jugar” - lamenta Álvaro en sus recuerdos.
La historia luego los separaría por rumbos distintos, pero los sigue uniendo al mismo tiempo. Los dos nacieron en Universitario, usaron la armadura naranja, representaron al país y se pelaron el lomo en la tercera línea de combate. Los dos estuvieron a sus formas bajo las órdenes de Manolo Galindo. Los dos usaron los mismos pares de botines de la famosa marca de las tres tiras; pisando firme y fuerte, en la entrega, hasta la última gota de sudor.
Seguramente, hoy, Álvaro lleva a su rol de entrenador de Los Pumitas las cosas que tomó de Garretón. Las mismas que tienen que ver con detalles más cercanas al fuego de la fe en la entrega, que al juego desde los detalles.